Antonio nació en 1962. Fue educado en las buenas costumbres. Un día, ya cumplidos los treinta años, se despierta en un hotel de Shanghái con una adolescente desconocida, casi una niña, dormida en su cama. «Ladeé la cabeza y fascinado escudriñé su rostro, sentí su aliento íntimo y caliente». Este es el punto de partida de El pintor de sueños. Una inquietante novela situada en un pasado inmediato, una extraña historia de amor y de intriga, despiadada a veces, donde el autor va desvelando página a página los atormentados sucesos que el destino designó para el protagonista.
Antonio, con apenas trece años y para conseguir pintar unos cuadros que Ángela le describió como un sueño de colores, tomó LSD diluido en dulces terrones de azúcar y cocaína, polvo blanco y puro como los ángeles. Se vio obligado a convivir con mafiosos y acabó convirtiéndose en uno de ellos.
Un relato en el que los personajes enmcascaran sus sentimientos, satisfacen sus pasiones y deambulan melancólicos e insaciables, abocados a la desesperada búsqueda de algo o de alguien.