A raíz de recibir una carta de una editorial en la que le informan de que su último manuscrito ha sido rechazado alegando «falta de vigor» y un desesperante «vacío argumental», Matías, escritor aún inédito y de vida insignificante, decide que su próxima novela se basará en algún suceso verídico y terrible que le ayude a desarrollar una trama atractiva. A tal fin, y tras navegar un buen rato por Internet, escoge un crimen cometido hace algunos años cuyo móvil —aunque no su autoría— no ha quedado del todo claro. Pero su poca experiencia en estas lides y las dificultades que encuentra para localizar referencias útiles le animarán a viajar a la ciudad donde se cometió el crimen e, in situ, tratar de dar con las claves que le ayuden a desarrollar su historia.
Sin embargo, ya en su primera noche tiene lugar un encuentro que condicionará por completo su estancia: en un bar donde ha entrado a tomarse una copa, conoce a una mujer con la que mantendrá una extraña e intensa relación. Ese encuentro, que volverá a repetirse en noches sucesivas tomando la forma de un extraño ritual, vendrá también a poner fin a una larga etapa de su vida tras casi tres años de vivir recluido en el más absoluto celibato a raíz de su anterior ruptura sentimental, una relación que casi desde sus inicios estuvo marcada por los reproches y las discusiones y que dejó en él una herida profunda que todavía no ha sonado por completo.
La novela se mueve (o se agita, más bien) en ese espacio poco definido, frustrante pero profundamente sutil, que surge del contraste entre nuestros deseos más profundos y la imposibilidad de satisfacerlos por completo y que lleva a los personajes a la búsqueda de algo que son incapaces de concretar pero que les obliga a moverse por un terreno brumoso, guiados únicamente por sus propios deseos —tal vez por siempre— incognoscibles. La novela no ofrece una sola respuesta, tal vez porque tampoco plantea ni una sola pregunta: hay un simple devenir de unos seres que unas veces se encuentran y otras se evitan, que se extrañan al mismo tiempo que se repelen, que transitan sus caminos con imprudencia y poco tiento y que emergen a la vida con más resignación que con auténtico empeño, y que apenas aparecen a los ojos de los demás como meras sombras de lo cotidiano.